16.10.11

Corona Capital Fest / 15-10-2011 / Curva 4 Autódromo Hnos. Rodríguez, Ciudad de México


Es muy sencillo gustar de la música. Ésta, por sí sola, tiene la capacidad de despertar diversas sensaciones en el ser humano. Muchas veces, es esto a lo que los músicos recurren al momento de crear: tratan de inducir estas sensaciones, estos estados, en las personas que los escuchan.

Así, bandas como Austin TV y Mogwai inducen esos ciertos estados y despiertan esas sensaciones valiendose únicamente de las melodías que pueden generar con sus instrumentos. Se dirigen a esa parte de nosotros que busca estructuras intrincadas como parte del disfrute de una pieza auditiva.

Algo distinto hacen bandas como Disco Ruido y Cansei de Ser Sexy, cuya inclinación es más hacia la generación de música bailable para despertar en su público un estado de euforia.

Incluso, un enfoque distinto es el que eligen bandas como The Strokes o The Editors que basan su presentación en la generación de una conexión generacional a través de su música, creando lo que muchos consideran "himnos" generacionales.

Así, un festival como el Corona Capital de este año, se convirtió en un desfile de influencias, estilos y métodos. Cada banda trató como mejor pudo de crear una conexión con su público y, como suele suceder en estos casos (los de los festivales masivos), cada una de ellas lo logró en mayor o menor medida.

Aún así, me permito la libertad de resaltar el caso de Portishead. Portishead, como agrupación, busca generar una conexión con su público mediante la aplicación de una fórmula poco convencional: la de la ejecución.

El arma favorita de Portishead para volarle la cabeza a su público es su inmaculada ejecución. No confundir con una ejecución estéril en donde los sonidos son idénticos a sus contrapartes de estudio. Aquí hablamos de una ejecución sobervia de instrumentos, a cargo de Geoff Barrow y Adrian Utley junto con algunso músicos de sesión, y voz, a cargo de Beth Gibbons, por igual.

Sin duda la conexión por este medio es no solo la más honesta, sino también la más poderosa. Tanto público como banda se ven igualmente arrasados por este sentimiento sorpresivo de tristesa eufórica: dan ganas de llorar mientras ríes sin poder creer lo que sientes. Fue más que obvio que Beth Gibbons lo sintió por igual, al dejar a un lado su actitud sobria y reservada que la caracteriza y acercarse a ese público con el que logró la comunión. Al final, su voz, ahogada en esa sensación, solo pudo emitir un agradecimiento.