Mi condición personal no era la óptima para disfrutar de un festival. El cartel tampoco hacía al festival en sí algo óptimo para disfrutarse. Aún así, debo reconocer que me la pasé mejor de lo que ma la había pasado en un buen rato.
Para empezar, llegué con un terrible dolor de estómago y de cabeza a las inmediaciones alrededor de las 5:00 pm (3 horas tarde, je)... dolores, ambos, que fueron desapareciendo gracias a los efectos de un par de Alkaseltzer y las melodías escritas por Connor Oberst (a.k.a. Bright Eyes) que se escuchaban desde lejos.
Llegué directamente al escenario rojo, a tiempo para escuchar The first of my life (y soltar una que otra lágrima que, espero, hayan pasado desapercibidas o, si no, mi disfraz de fanático de Marilyn Manson no hubiese funcionado) y Soul singer in a session band, dos de mis canciones favoritas del chaparrito nerd con camisa azul que estaba arriba del escenario.
Es obvia la referencia que la misma existencia de Bright Eyes como músico hace a la obra de Dylan. Si bien su último álbum no fue tan de mi agrado, su desempeño en el escenario es bastante efectivo.
Pero si de efectividad se trata, tuvimos también a My Morning Jacket. Mis acompañantes (a quienes encontré tras dar un paseo por el lugar) no se encontraban especialmente entusiasmados de verlos. De hecho se quedaron lejos del escenario platicando de otras cosas (tal como yo hice con The Faint, porque no me agradan), mientras yo me acerqué tanto como pude para contemplar lo que sabía sería fenomenal.
Obviamente, no me decepcionaron. Su desempeño en el escenario es aún más espectacular de lo que yo me suponía. Solo necesitaron tocar los primeros acordes de Gideon para que mi corazón sufriera una taquicardia. Se fueron sucediendo los macanazos y, gracias en parte al trabajo de Jim James como vocalista, se convirtieron en el mejor acto en vivo que he visto en mi medio-larga-medio-corta vida. El mejor momento fue Off the Record, por supuesto. Mis acompañantes quedaron boquiabiertos.
Luego vino el alucine con The Mars Volta (mis acompañantes nuevamente mostrando su falta de entusiasmo y de respeto inicial, diciendo que debíamos de dejar de perder el tiempo e ir a ganar lugares en el otro escenario). 7 musicazos en el escenario matando a sus instrumentos y atacando los oídos de los ahí reunidos (mis compañeros quedaron estupefactos al ver tocar al baterista). Destrucción en el escenario (seguro los organizadores no sabían a quienes habían invitado). El incidente del extintor.
Y bueno... los "Smashing Pumpkins". Lo digo entre comillas por las razones harto conocidas. Mis compañeros iban a verlos a ellos y se fueron satisfechos. ¿Yo? Pues es imposible no prenderse con Bullet With Butterfly Wings (dejé la mitad de mi garganta en ese lugar al canto de "despite all my rage...") o dejar de corear 1979 (que, por cierto, fue interpretada magistralmente por Corgan solo con una guitarra acústica...
El problema es que Corgan se da demasiada importancia. No se trata de una persona humilde (como lo son, muy a su manera, Connor Oberst, Omar Rodríguez-López, Cedric Bixler-Zabala o Jim James), sino de alguien sumamente egocéntrico. ¿Cómo pensar, de otra manera, que el público que no ha visto en vivo a la banda desde hace 10 años va a reaccionar adecuadamente ante experimentaciones sonoras (no de las buenas, sino de las que no llevan a ningún lado) de 10 minutos? Es decir, el talento de los 5 músicos arriba del escenario es innegable, pero no todo es la ejecución: debe existir una cohesión entre el público y el artista, entre la música y el medio ambiente. Eso fue lo que le faltó a ellos.
My Morning Jacket tuvo el viento gélido de la tarde de su lado. The Mars Volta tuvo la lluvia. Los Pumpkins tuvieron mucha promoción y poca efectividad... Si tan solo Corgan dejara de pensar que él es los Smashing Pumpkins y que todos debemos aguantarle sus nuevas "inquietudes creativas". No sería lo mismo si dejara de tocar por tocar y lo hiciera con el objetivo de dejar una huella en la audiencia (como, al menos según se ve en los videos, lo hacía antaño).
...
No hablaremos aquí de las bandas que no alcancé a ver (aunque solo me arrepiento por Austin TV) ni de las bandas que no quise ver. Esos 4 actos bastaron para que la noche me funcionara y prueba de ello es que hoy ando agripado, con la garganta deshecha y con un dolor de cuello monumental.
Para empezar, llegué con un terrible dolor de estómago y de cabeza a las inmediaciones alrededor de las 5:00 pm (3 horas tarde, je)... dolores, ambos, que fueron desapareciendo gracias a los efectos de un par de Alkaseltzer y las melodías escritas por Connor Oberst (a.k.a. Bright Eyes) que se escuchaban desde lejos.
Llegué directamente al escenario rojo, a tiempo para escuchar The first of my life (y soltar una que otra lágrima que, espero, hayan pasado desapercibidas o, si no, mi disfraz de fanático de Marilyn Manson no hubiese funcionado) y Soul singer in a session band, dos de mis canciones favoritas del chaparrito nerd con camisa azul que estaba arriba del escenario.
Es obvia la referencia que la misma existencia de Bright Eyes como músico hace a la obra de Dylan. Si bien su último álbum no fue tan de mi agrado, su desempeño en el escenario es bastante efectivo.
Pero si de efectividad se trata, tuvimos también a My Morning Jacket. Mis acompañantes (a quienes encontré tras dar un paseo por el lugar) no se encontraban especialmente entusiasmados de verlos. De hecho se quedaron lejos del escenario platicando de otras cosas (tal como yo hice con The Faint, porque no me agradan), mientras yo me acerqué tanto como pude para contemplar lo que sabía sería fenomenal.
Obviamente, no me decepcionaron. Su desempeño en el escenario es aún más espectacular de lo que yo me suponía. Solo necesitaron tocar los primeros acordes de Gideon para que mi corazón sufriera una taquicardia. Se fueron sucediendo los macanazos y, gracias en parte al trabajo de Jim James como vocalista, se convirtieron en el mejor acto en vivo que he visto en mi medio-larga-medio-corta vida. El mejor momento fue Off the Record, por supuesto. Mis acompañantes quedaron boquiabiertos.
Luego vino el alucine con The Mars Volta (mis acompañantes nuevamente mostrando su falta de entusiasmo y de respeto inicial, diciendo que debíamos de dejar de perder el tiempo e ir a ganar lugares en el otro escenario). 7 musicazos en el escenario matando a sus instrumentos y atacando los oídos de los ahí reunidos (mis compañeros quedaron estupefactos al ver tocar al baterista). Destrucción en el escenario (seguro los organizadores no sabían a quienes habían invitado). El incidente del extintor.
Y bueno... los "Smashing Pumpkins". Lo digo entre comillas por las razones harto conocidas. Mis compañeros iban a verlos a ellos y se fueron satisfechos. ¿Yo? Pues es imposible no prenderse con Bullet With Butterfly Wings (dejé la mitad de mi garganta en ese lugar al canto de "despite all my rage...") o dejar de corear 1979 (que, por cierto, fue interpretada magistralmente por Corgan solo con una guitarra acústica...
El problema es que Corgan se da demasiada importancia. No se trata de una persona humilde (como lo son, muy a su manera, Connor Oberst, Omar Rodríguez-López, Cedric Bixler-Zabala o Jim James), sino de alguien sumamente egocéntrico. ¿Cómo pensar, de otra manera, que el público que no ha visto en vivo a la banda desde hace 10 años va a reaccionar adecuadamente ante experimentaciones sonoras (no de las buenas, sino de las que no llevan a ningún lado) de 10 minutos? Es decir, el talento de los 5 músicos arriba del escenario es innegable, pero no todo es la ejecución: debe existir una cohesión entre el público y el artista, entre la música y el medio ambiente. Eso fue lo que le faltó a ellos.
My Morning Jacket tuvo el viento gélido de la tarde de su lado. The Mars Volta tuvo la lluvia. Los Pumpkins tuvieron mucha promoción y poca efectividad... Si tan solo Corgan dejara de pensar que él es los Smashing Pumpkins y que todos debemos aguantarle sus nuevas "inquietudes creativas". No sería lo mismo si dejara de tocar por tocar y lo hiciera con el objetivo de dejar una huella en la audiencia (como, al menos según se ve en los videos, lo hacía antaño).
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No hablaremos aquí de las bandas que no alcancé a ver (aunque solo me arrepiento por Austin TV) ni de las bandas que no quise ver. Esos 4 actos bastaron para que la noche me funcionara y prueba de ello es que hoy ando agripado, con la garganta deshecha y con un dolor de cuello monumental.
1 comentario:
Interesante reseña. Había visto ya a los Pumpkins cuando vinieron y yo era muy fan de ellos. Ahora y a pesar que el Zeitgeist no me desgrada, no me inspiraba mucho el concierto...
Tal como lo pones, entre comillas.
Saludos
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